“A veces una actividad puede parecer caótica y es difícil de entender la meta. Pero como se adecúan al camino de cada niño, te das cuenta que lo importante no es la meta, sino el proceso.

Todos los espacios son abiertos, hay mucho contacto con la naturaleza, en el huerto, el invernadero, el patio. No es un colegio de encerrar mucho a los niños.”

Javiera Broussain, mamá de Miguel, 7 años.

 

Matías pasó por varios colegios antes. Hubo uno, donde siempre lo encontraba debajo de la mesa llorando, cuando lo iba a buscar. 

Acá me recibieron con los brazos abiertos. El primer día lo llevé y esperé toda la mañana que me llamaran para saber cómo estaba. Cuando lo fui a buscar salió feliz. Nunca lo habían cuidado tan bien y nunca lo había visto tan contento.”

Alejandra Muñoz, mamá de Matías, 20 años